La Shoá: entre la historia y la memoria
Recordar, conocer, educar
Por Judit Bokser Liwerant
El 27 de enero es el Día Internacional de la Memoria del Holocausto, en homenaje al trágico desenlace del exterminio nazi. La fecha marca el día de la liberación de Auschwitz, núcleo y símbolo del asesinato de seis millones de judíos y parte de la planeada aniquilación total del pueblo judío y de su cultura, impedido solo por la derrota alemana en la Segunda Guerra Mundial.
¿Cuál es la singularidad del Holocausto y cuál es el significado de recordar, conociendo y educando? El asesinato y la destrucción de la vida judía fue para el Estado nazi un fin en sí mismo.
Un Estado moderno poseedor de una avanzada tecnología cayó en poder de una ideología, un arraigado prejuicio histórico, un partido, un liderazgo y un sistema de dominación que encauzó y precipitó el exterminio. Racionalidad burocrática e irracionalidad; razón y mito convivieron. La naturaleza fría y mecánica de la maquinaria industrial de la muerte y sus hornos crematorios masivos, dirigida por burócratas distantes e inhumanos, se nutrió de largos procesos de prejuicio y exclusión y fue parte de un proceso en que el Estado alemán extremó progresivamente las medidas antijudías. En la década de los años 30, el asesinato estuvo ausente como política oficial no solo por el peso de la opinión pública, sino también por la falta de integración al interior del régimen y la carencia de una política antijudía centralizada. Entre 1933 y 1938, el régimen nazi implementó diversas soluciones a lo que se denominaba Judenfrage, “cuestión judía”, todas ellas con el propósito de obligar a emigrar a los judíos de Alemania: el método legislativo —que alcanzaría su cúspide con las Leyes de Nuremberg en 1935—, el método económico —cuya política más conocida fue la “arización” de las propiedades judías—, el método exhibicionista —que se manifestaría en el primer pogrom de la Alemania nazi: la Kristalnacht de 1938, con el incendio de libros, hogares y sinagogas— y las progresivas detenciones arbitrarias de judíos.
El estallido de la Segunda Guerra Mundial y la incorporación al Tercer Reich de millones de judíos provenientes de los países conquistados condujo a los nazis a pensar en métodos más radicales: desde la deportación a zonas fuera de Europa —el Plan Madagascar— a la concentración territorial en Europa —los guetos polacos— y acabando con el exterminio físico de los judíos —del método de fusilamiento en masa de los Einsatzgruppen a los campos de exterminio, entre ellos Auschwitz. Lo que fue singular en la Shoá fue la totalidad de su ideología y su traducción de un pensamiento abstracto al exterminio; parte central de una guerra total que causó cerca de 35 millones de víctimas, en una lucha de seis años.
Entre las diversas expresiones del racismo, aquella que ha enfatizado la diferenciación del Otro en código biológico —prerrequisito de su aislamiento, persecución y/o exterminio—, se nutrió de un prolongado proceso cultural de acecho a la diferencia. Si comprendemos que el racismo alcanzó su expresión máxima en el Holocausto, el antisemitismo permite entender el modo como siglos de dificultad de poder asumir al judío en su legítima diferencia construyeron un sustrato de prejuicios que alimentaron la estigmatización y el exterminio perpetrados por el nazismo.
Ciencia y técnica, pero barbarie también. Barbarie y civilización. Resulta difícil descubrir el carácter civilizado de muchos de los actos genocidas nazis: no fue preciso aplicar ninguna clase de alta tecnología al 40 por ciento de las víctimas del Holocausto que murieron de malnutrición, hambre y enfermedades en los guetos, a causa del exceso de trabajo en los campos destinados a aquel fin, debido a unas deportaciones—cuando la guerra ya estaba más avanzada —que se convertían en terribles marchas mortales.
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Frente al dolor y al desafío de lo que Auschwitz significó, frente al proyecto de aniquilar al grupo, a su gente y a su cultura, la memoria se constituye en recurso de afirmación y de solidaridad; en testimonio frente al proyecto de hacerlo sin dejar huella alguna. De allí su importancia. El imperativo de Zajor. La memoria se teje como parte de una realidad desde la que se recuerda la singularidad del acontecimiento al tiempo que se descubre sus implicaciones universales sobre la condición humana.
La memoria que recuerda y permite conocer y que se exige cuando el revisionismo histórico y cuestionamientos contemporáneos a la condicion judía han puesto ya su dedo en esta época de tinieblas, a través de la negación del Holocausto; o bien cuando su singularidad se rechaza y no se logra deslindar lo común y lo diferente de otros dramáticos genocidios.
Sin confundir la responsabilidad de la maquinaria nazi de exterminio con el papel de los observadores, para recordar, entender y educar, es necesario saber que las consecuencias del abandono del Otro se imponen. Es necesario recordar que hubo observadores que supieron lo que sucedía, aun en tiempos retrasados. Un mundo que en su mayoría no pudo hacer suyas las consideraciones humanitarias que hubiesen permitido abrir las puertas al exilio judío cuando el abandono del continente europeo era aún opción de supervivencia.
Recordar, conocer, educar. Un rechazo al silencio y a la indiferencia. Memoria histórica, memoria social. Memoria colectiva, grupal y cosmopolita.
Memorias nacionales. que deben analizar su pasado para no repetirlo. México entre ellos. Porque consideraciones migratorias de afinidad étnica y religiosa y de homogeneidad poblacional privaron por sobre la lógica de acoger al exiliado. Si bien México se proyectó durante la época por su indiscutible carácter antifascista, su comprometida toma de posición internacional y su vocación libertaria, en lo que concierne al ingreso al país de los refugiados judíos, los resultados fueron magros. La percepción del judío entonces se vio permeada por prejuicios antisemitas, difundidos a través de una compleja correa transmisora que atravesó al mundo libre y se expresó en los ámbitos internacionales donde se discutió la cuestión de los refugiados.
Recordar, conocer, educar. Combatir el prejuicio, las estigmatizaciones la deslegitimación. Combatir el antisemitismo y toda forma de discriminación. Hoy se impone como un deber histórico no solo del pasado, sino del presente y del futuro de la condición humana.